miércoles, 23 de noviembre de 2016

Heridas que no curan

Hace algo más de dos años que te perdí abuelo, dos largos años sin ti que eras mi persona especial en el mundo.
Los últimos años, la vida me llevó a estar a 400Km de ti, pero yo te seguí sintiendo igual de cerca.
El día que te fuiste, yo había cogido un tren para ir a darte el último abrazo, decirte que te quiero por última vez, coger tu mano una vez más... Pero no pudo ser. Cuando estaba a mitad de camino papá me llamó y mi corazón se rompió. No pudiste esperar más, sabías que yo estaba en camino, el día anterior habíamos hablado por teléfono y aunque no tenías muchas fuerzas, las sacaste de la nada para hablar con tu niña una última vez.
Aquellas dos horas que me faltaban para verte fueron las más largas y agónicas de toda mi vida. Te habías ido y yo estaba encerrada en un tren, sola, sin nadie que me consolara, perdida sin saber que hacer, sin saber a quien llamar, sin nadie que secara mis lágrimas, con ganas de gritar a los desconocidos que me miraban raro que no estaba loca, que te había perdido sin poder despedirme porque decidí coger ese tren y no el anterior.
Ya han pasado más de dos años y el dolor sigue ahí. Esperas que con el tiempo se mitigue, pero no es así. La mayoría del tiempo trato de pensar en ti superficialmente, porque si me paro a pensar en ti de verdad, no puedo evitar volver a llorar desconsoladamente como el primer día. ¿Es normal o estoy verdaderamente loca? ¿Le pasa a todo el mundo y no lo cuentan? Se supone que el tiempo todo lo cura, pero lo que nadie te cuenta es que la en la intimidad la herida sigue abierta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario